Els tres cervells

http://www.cop.es/colegiados/S-01862/20041204.htm
 Estic llegint aquests dies sobre la teoria de McLean dels 3 cervells, que després seria divulgada per Goleman com la base de la intel·ligència emocional,  i he arribat a aquest article Carlos Inza, metge i acupuntor argentí que m'ha semblat molt interessant. És llarg i complex, però segur que a les persones afeccionades a la neurologia i la relació entre cos-ment-cervell-com jo- per  millor entendre els fenòmens personals, físics, humans... els resultarà d'interès.  (Per si voleu llegir l'article en la publicació original). 

1. Introducción
Todo organismo vivo posee una determinada estructura cuyas necesidades son resueltas por el conjunto del sistema. La tendencia de la evolución está en la dirección de lograr grados más altos de libertad para las nuevas especies. A medida que la vida ha ido saliendo del lugar donde nació -el mar- tuvo que resolver nuevos y formidables desafíos. Pero nunca pudo olvidarse de su procedencia, tanto que en cada uno de sus ejemplares se requiere una composición hidro-salina idéntica a la del mar primitivo, porque de otra manera su maquinaria bioquímica no funciona.

Esta constancia de la relación entre agua y electrólitos fue investigada por Claude Bernard en lo que llamó medio interno -básicamente la sangre, la linfa y los líquidos intersticiales que bañan los tejidos- para demostrar que los límites que permiten desarrollar y mantener el fenómeno de la vida oscilan en un rango muy pequeño. El pH, por ejemplo, necesita estar ligeramente alcalino (entre 7,36 y 7,42) para que la vida funcione, al igual que otras constantes fundamentales como la cantidad de iones disueltos en los líquidos orgánicos. De manera que todos los animales que habitamos fuera del agua llevamos el mar adentro. Y lo llevamos al extremo de haber desarrollado aún más al corazón, ese órgano especial para bombear la sangre hasta el último confín del organismo, y cuyo ritmo de diástoles y sístoles remeda el ir y venir de las olas sobre la playa.

Pero los mamíferos no sólo tenemos el mar adentro: también poseemos un sol, ya que podemos regular nuestra temperatura interna (somos homeotermos), a diferencia de los anfibios y reptiles (poiquilotermos), que necesitan exponerse directamente al sol para adquirir la temperatura necesaria. Imaginarán que ésta no es la única diferencia, pero todas ellas se encuentran vinculadas a una que las resume: cada cambio importante en la evolución de las especies posibilita mayor libertad en las recién llegadas a la vida.
Esto puede verificarse con sencillez estudiando el sistema nervioso de las especies a medida que fueron apareciendo. Este trabajo de neurología comparada fue realizado talentosamente por varios investigadores, entre ellos Paul Mac Lean, de quien vamos a citar lo substancial de su aporte por considerarlo esencial a los fines de la medicina funcional.


 2. El cerebro uno y trino
Fundido en una sola estructura, nuestro sistema nervioso central alberga tres subsistemas producto de la larga zaga filogenética que lo vincula a la aventura de la vida cuando ésta opta por salir de la seguridad electrolítica del mar. Por orden de aparición en la historia evolutiva, esos cerebros son: primero el reptiliano (reptiles), a continuación el límbico (mamíferos primitivos) y por último el neocórtex (mamíferos evolucionados o superiores).

Para entender qué significa esta aseveración y sus implicancias en cuanto a nuestro funcionamiento, es necesario mencionar algunos aspectos de la filogenia del sistema nervioso. Algunos comentarios de Mac Lean en Investigaciones sobre el Sistema Límbico (Cerebro Visceral) y su situación en los problemas psicosomáticos, nos ayudarán a comprender lo esencial de este tema.



“Una ojeada de conjunto a la filogenia nos muestra que el esquema de la armazón neural incluida en el tallo del cerebro y de la médula es esencialmente semejante en todos los animales. Esta armazón neural suministra el mecanismo para integrar los mensajes procedentes del medio circundante interno y del externo, y actuar en forma refleja sobre ellos. Por lo tanto, por eso mismo, la conducta resultante es en gran parte de tipo reflejo, lo cual implica que también es estereotipada. La armazón neural es en cierto modo análoga al chasis de un automóvil. Lo que realmente falta es un conductor al volante para dirigirlo y decidir sobre los diversos rumbos de la conducta.


Es el desarrollo de tal conductor lo que en la evolución representa la principal modificación y el principal agregado al sistema nervioso central. Su precursor se encuentra en el hipotálamo y en el aparato olfatorio de los peces, dos estructuras tan estrechamente unidas en algunas de esas formas primitivas, que resultan prácticamente indistinguibles. En el lenguaje del Jardín del Edén, es de esa costilla neural de donde ese conductor, tal como lo vemos hoy en los grandes hemisferios cerebrales del hombre, fue extraído originalmente. Se presume que la elaboración del cerebro anterior es el resultado de la amplia gama de adaptaciones que hubo de encarar el animal después de haber abandonado el medio relativamente estable del agua por una vida más imprevisible en la tierra. Es significativo que la nueva formación esté organizada alrededor del sentido del olfato, sentido singular por ser al mismo tiempo intra y extraceptivo, por estar vitalmente relacionado con “alimentación, nutrición, reproducción”, y porque evita lo que es nocivo. Es como si la naturaleza, al moldear el nuevo conductor, se hubiera empeñado en fabricar uno que asegurase una homeostasis entre las nuevas exigencias del mundo exterior y las permanentes necesidades del mundo interno.

En filogenia, el rasgo distintivo del brote conductor -una corteza con una característica capa de elementos neurales- no se encuentra hasta la aparición del reptil. Se ha demostrado que las vías que se proyectan en esas capas de células son predominantemente aquéllas que conducen las excitaciones víscero-olfatorio-gustativas, junto con las apreciaciones somestésicas de la cabeza y la boca. Pero hay pruebas de que los sistemas visual y probablemente auditivo, encuentran también alguna representación. Se infiere de esto que las innovaciones estructurales aportadas por el desarrollo evolutivo de la corteza, permiten un gran aumento en la gama de la comprensión y las decisiones del animal, por las cuales se emancipa en parte, de las cadenas de los reflejos estereotipados “soldadas” en la armazón neural.

Podría suponerse que el reptil, con su primitivo tipo de corteza, obtuvo una serie de ventajas comparables a las del radioescucha que adquirió uno de los primeros televisores. Su corteza se asemejaría a una pantalla en la cual los diversos sistemas sensoriales actúan y se fusionan proporcionando una imagen estereoestésica, siempre cambiante, de su ambiente.”



La relevancia de estas observaciones consiste en saber que la evolución no ha desechado lo que fue desarrollándose a lo largo de la historia, de manera que las adquisiciones del reptil permanecen casi idénticas en nuestro cerebro y comprenden el sector inferior del sistema nervioso integrado por la médula espinal, los núcleos de la base, el mesencéfalo y el sistema reticular. Más relevante será conocer los aportes del cerebro reptiliano a la vida cotidiana de quienes lo poseen, incluso en las especies de mamíferos que lo suceden en el tiempo, entre las cuales se incluye al hombre.

El reptiliano está involucrado en la concepción de delimitación territorial, así como en una existencia rígida y casi programada. Es típica de esta conducta la repetición: un reptil nunca improvisa o investiga nuevas maneras de llegar desde esta piedra hasta ese árbol, ya una vez aprendido un camino, morirá haciendo una y otra vez el mismo itinerario.

Por eso puede vinculárselo a los rituales y ceremonias, a las convenciones religiosas, a las acciones legalistas, así como a los comportamientos obsesivos y rutinarios. Está claro que este cerebro presenta la infraestructura neural ideal para la persuasión política. Y también se encuentra involucrado en las operaciones nostálgicas como la “vuelta al hogar” y la añoranza de la infancia. Lo peor que puede hacérsele al cerebro reptiliano es cambiar de lugar de residencia y de hábitos de vida, actitudes que lo conmueven y desconciertan.

Este cerebro también se encuentra vinculado a la “parada agresiva”, a la fuga y las famosas “improntas” (Lorenz,1937), esa fuerte ligazón que se establece desde edades muy tempranas de la vida con personas u objetos del ambiente circundante. Hay algo de la memoria ancestral que queda en forma de amor por la caza y los caballos, pero también puede involucrar elecciones que necesitarían un aporte decisivo de los “otros dos cerebros”, como es el caso de la pareja matrimonial y de la profesión.

Puede atribuirse al cerebro reptiliano una participación decisiva para comprender algunos fenómenos sociales como la violencia destructiva, la histeria de masas, la importancia de las modas pasajeras y el consumismo.

El cerebro reptiliano se comporta en el hombre como legado neurótico de un super-yo ancestral que le impide adaptarse y crear situaciones nuevas, lo cual explica la fuerte resistencia a los cambios que experimentan la mayoría de los seres humanos, independientemente de sus ventajas o desventajas.

Pero con los mamíferos hubo un crecimiento explosivo de algunas regiones del cerebro reptiliano que posibilitaron la formación del segundo cerebro, el límbico, y con él la posibilidad de sentir y expresar emociones. Éste fue un cambio verdaderamente revolucionario en la historia de la vida, coherentemente acompañada por la posibilidad homeotérmica de manejar la temperatura corporal. Con los mamíferos aparecen las pasiones: el amor, el odio y el altruismo en la historia, de manera que la vida adquiere calor y color. Y también, como veremos, un grado de libertad que implica riesgos, sin los cuales la vida carece de sabor para un verdadero mamífero, a diferencia de lo que hemos visto en el predominio reptiliano.

Anatómicamente el cerebro límbico se encuentra entre el reptiliano y el neocórtex, en la región media del sistema nervioso central. Comprende tres regiones importantes: la amígdala cerebral, el septum-región preóptica y el hipotálamo. Tiene fuertes lazos con el tálamo y la corteza fronto-temporal, lo cual explica parte de sus funciones. Durante mucho tiempo se lo denominó rinencéfalo, suponiendo equivocadamente que sólo estaba vinculado con la olfación, pero ahora se sabe que tiene una función muy importante ligada a la elaboración de las emociones vinculadas al comportamiento orientado a la autoconservación, reproducción y cuidado de la especie.



Los siguientes experimentos nos ayudarán a entender algunas de sus importantes funciones:

1. Los descubrimientos de Klûver y Bucy de que en los monos salvajes la lobectomía bitemporal, siempre que comprendiera las estructuras límbicas, daba por resultado una aparente mansedumbre, un tipo compulsivo de conducta oral y una rara actividad sexual.

2. El trabajo de Spiegel y colaboradores, y de Bard y Mountcastle, demostrando que la ablación de la amígdala en los carnívoros conducía a manifestaciones de rabia.

3. Los informes de Smith y Ward de que la extirpación bilateral de la porción anterior cingulada del lóbulo límbico en los monos era seguida de pérdida del miedo y otros cambios en la conducta afectiva.

4. Las observaciones de diversos autores de que las respuestas autónomas y viscerosomáticas que suelen acompañar a los estados afectivos, podían ser producidas mediante estimulación eléctrica de toda la parte rostral de la corteza límbica, tanto en el animal como en el hombre.

5. Los descubrimientos electroencefalográficos de que en la epilepsia psico-motriz, donde existe una amplia variedad de manifestaciones emocionales y viscerosomáticas, el foco epileptógeno se encuentra frecuentemente dentro o cerca de las estructuras límbicas en la base del cerebro.

Éstas y otras consideraciones nos permiten saber que, a grandes rasgos, en la amígdala cerebral residen las respuestas orales, faciales y alimentarias. En la región del septum las relacionadas con la genitalidad y en el hipotálamo anterior las vinculadas con la defensa y la rabia. Estas zonas funcionales del cerebro límbico son vitales para entender la génesis de la mayoría de las enfermedades humanas. Veamos con más detalle lo que sucede en estas tres regiones y su vinculación con la patología humana.


 3. El hipotálamo y el límbico se la juegan
El hipotálamo juega un papel importante en la regulación de la vida emocional y las funciones vegetativas. Constituye una parte muy pequeña del volumen del encéfalo anterior y, sin embargo, es decisivo para la organización de una variedad de procesos autónomos y de la conducta.

Es fundamental para la regulación de la temperatura, el metabolismo del agua y el metabolismo general. También para la elaboración de las reacciones agresivas y de defensa, la alimentación, la bebida y el comportamiento sexual. Más aún: modula y controla tanto las respuestas simpáticas como las parasimpáticas. Pero muchos de estos procesos involucran interacciones de las neuronas hipotalámicas y la hipófisis, y por lo tanto, el control de la función endocrina es otra función primordial del hipotálamo.



Veamos qué aportan los neurofisiológos House y Pansky para conocer la función del hipotálamo:

1. Emoción. Aunque el hipotálamo no es el centro de las emociones, toma parte en las actividades del sistema autónomo que acompañan a la emoción. Por otra parte, la destrucción o la estimulación eléctrica de distintas áreas del hipotálamo puede desencadenar distintas reacciones. Por ejemplo: el ataque calmado de mordedura es una variedad de reacción agresiva que se produce en los gatos al estimular el hipotálamo lateral y se parece a su conducta predatoria normal. Pero si se estimula el hipotálamo ventromedial, las cosas cambian: el mismo gato protagonizará un show defensivo golpeando cualquier objeto que se encuentre en su campo visual, maullará intensamente, retraerá las orejas, arqueará el lomo y tendrá piloerección. Esto se conoce como defensa afectiva o despliegue afectivo. Un tercer tipo de respuesta lograda después de la estimulación de variadas zonas del hipotálamo es la reacción de fuga. Y si se estimulan las regiones laterales, pueden obtenerse la evocación de respuestas asociadas al comer y beber.



2. Flujo renal y excreción de agua. La hormona antidiurética o vasopresina sintetizada en el hipotálamo pero segregada por la hipófisis posterior, actúa sobre una estructura renal denominada túbulo contorneado distal, reabsorbiendo agua que de otra manera se eliminaría por la orina. Esto es fundamental para mantener el equilibrio hídrico del sistema, constituyendo su marcada deficiencia un cuadro conocido como diabetes insípida, en el cual se excreta por vía urinaria una gran cantidad de líquido.

3. Regulación de la temperatura. El estado homeotérmico depende del balance entre la producción y pérdida de calor, lo cual se mantiene gracias al influjo de dos grupos neuronales especializados, agrupados en el centro de pérdida o disipación del calor y en el centro de producción o conservación del calor. El primero se encuentra en el hipotálamo anterior, el segundo en el hipotálamo lateral. La posibilidad homeotérmica implica un alto grado de libertad en los animales que la poseen, ya que de ella depende la eficacia de gran parte de la maquinaria bioquímica, cuyas enzimas requieren rangos muy ajustados de temperatura para poder funcionar. De hecho, la exagerada sensibilidad al frío es muy tenida en cuenta para el diagnóstico en medicina energética, y su recuperación es saludada como una importante conquista terapéutica.

4. Regulación de la presión arterial. Cuando sus cambios son iniciados por factores emocionales, el hipotálamo siempre está involucrado. Entonces éste influye sobre el centro vasopresor bulbar, el cual, a través de los haces retículoespinales eleva la presión de manera estable acelerando el corazón y produciendo vasoconstricción mesentérica. Ésta es la historia de la inmensa mayoría de las hipertensiones, condicionadas también por los factores nutricionales que engrosan las membranas basales constituyendo un factor de resistencia extra.

5. Control del apetito. La indudable participación del hipotálamo en la regulación del apetito, le otorga una importancia decisiva para entender los cuadros de anorexia y bulimia como dos extremos que exceden los rangos normales de activación.

6. Mecanismo sueño-vigilia. Si bien el sistema reticular ascendente es protagonista del mantenimiento de estas funciones, el hipotálamo también participa a través de la secreción de hormonas vinculadas circádicamente (circa = diario) al mantenimiento del ritmo normal, lo cual implica actividad diurna y descanso nocturno. Es el caso de la ACTH, hormona hipofisaria que activa la corteza suprarrenal regulando la secreción de corticoides, y cuyo pico secretorio máximo se encuentra a las 6 o 7 de la mañana, preparando al organismo para la actividad que sucede al despertar.



Además del hipotálamo, las otras regiones importantes del sistema límbico son: la formación del hipocampo, el área septal, la amígdala cerebral y el giro del cíngulo. Pero cuando se acepta que estructura límbica es toda aquélla que se encuentra íntimamente vinculada al hipotálamo, llega el momento de incluir las cortezas piriforme, endorinal, olfatoria y prefrontal. Es bueno hacer un esfuerzo para no perderse en la pura terminología, requisito para acceder al conocimiento de las decisivas funciones que otorgan sentido a las estructuras nerviosas mencionadas, y cuya disfunción explica casi toda la patología humana. Los mismos neurocientíficos mencionados (House y Pansky) nos aclaran la función principal conocida de estas estructuras del cerebro límbico, aclarando que hacemos sólo una síntesis que nos permita obtener conclusiones claras.

1. Formación del hipocampo. La conducta agresiva y las respuestas autónomas (simpático/parasimpáticas) y endocrinas son parte de sus funciones. Las reacciones agresivas y la conducta de rabia han sido observadas en los seres humanos asociadas con lesiones, tumores o ataques que comprometen al lóbulo temporal en general y a la formación del hipocampo en particular. En los últimos años se han acumulado muchas pruebas del papel del hipocampo en la regulación de la función endocrina. Por ejemplo: se ha demostrado que las neuronas que concentran estradiol y corticosterona, se encuentran densamente agrupadas en el hipocampo. El papel del hipocampo en la regulación de las acciones agresivas y endocrinas por medio de su control del hipotálamo ha sido muy estudiado. Otras importantes funciones de esta formación incluyen el aprendizaje, la memoria de los hechos recientes (de corto plazo) y la memoria espacial. Estas funciones se encuentran relacionadas con la atención, a través de la capacidad hipocámpica de abstraer y categorizar apropiadamente cualquier información importante. Esto significa, lisa y llanamente, que los mecanismos de atención, memoria y aprendizaje dependen del tono emocional.

2. Área septal. Se encuentra tan vinculada al hipocampo que comparte la regulación de la rabia, la conducta agresiva y la modulación de la actividad endocrina a través del eje hipotálamo-hipofisario. Pero hay un agregado esencial: aquí residen las sensaciones bipolares básicas de placer y displacer, así como el erotismo, el cortejo, la procreación y la erección del pene y el clítoris.

3. Amígdala cerebral. Según el sitio que se estimule de la amígdala pueden lograrse reacciones de extremo amansamiento o agresividad defensiva. Se incluyen, aumentadas, las mismas funciones que ya hemos visto: agresión, rabia, control de la actividad “autónoma” del neurovegetativo y del sistema endocrino. Uno de los efectos de las lesiones amigdaloides es conocido con el nombre de síndrome de Kluver-Bucy, el cual se caracteriza por hipersexualidad, cambio en los hábitos dietéticos, disminución del miedo hacia los objetos o personas que antes lo producían, tendencia a explorar y a contactar oralmente objetos incomibles y agnosia visual. Este síndrome se produce cuando se destruyen los sitios de la amígdala (complejo basolateral) que normalmente facilitan la expresión de tendencias agresivas, o cuando se eliminan los impulsos aferentes a esta región del lóbulo temporal inferior. Es interesante saber que la excéresis quirúrgica de porciones de la amígdala en pacientes agresivos que presentan epilepsia del lóbulo temporal, produce una disminución general de la conducta explosiva, agresiva e hiperactiva. La estimulación eléctrica en seres humanos provoca diferentes clases de sentimientos y estados de ánimo como alivio, relajación, desinterés, necesidad de ser por uno mismo y una sensación placentera. A nivel del sistema autónomo refuerza el efecto parasimpático, lo cual se traduce por disminución de los movimientos respiratorios, micción y dilatación pupilar (midriasis). Se sabe también que la amígdala modula la ingesta de alimentos y agua, funciones normalmente asociadas con el hipotálamo. La porción medial facilita la ingesta, mientras que la basolateral la inhibe. A nivel endócrino, está demostrada la abundante concentración de estrógenos en la amígdala, tanto que su estimulación medial puede producir ovulación, mientras que actuando sobre la porción basolateral se induce la secreción de hormona del crecimiento y ACTH (adrenocorticotrofina). En consecuencia, los dos componentes anatómicos mayores de la amígdala parecen mantener una influencia diferencial sobre una variedad de funciones asociadas con el hipotálamo.

Corteza prefrontal y giro cingular anterior. La corteza prefrontal se relaciona funcionalmente con procesos emocionales e intelectuales y sus lesiones producen variaciones en la conducta agresiva, pero la estimulación eléctrica siempre ocasiona una inhibición de la agresión. Este conocimiento produjo, en 1936, una técnica bastante salvaje conocida como lobotomía prefrontal (extirpación de la corteza prefrontal), utilizada para tratar la agresividad de algunos psicóticos y de cuadros dolorosos intratables. La electro-estimulación ocasiona inhibición de la ingestión de alimentos, de los movimientos respiratorios, alteraciones de la presión arterial, inhibición de la motilidad gástrica y elevación de la temperatura de las extremidades. En humanos con tumores o lesiones de bala, parece existir un déficit tanto perceptual como intelectual. Se ha sugerido que los trastornos del lóbulo frontal pueden ser caracterizados como un “desarreglo en la programación de la conducta”. Estos individuos parecen perder de vista el propósito de sus acciones y la intención de sus objetivos. En cuanto a la corteza del giro cingular anterior, los tumores en esta región han sido asociados con un aumento de la conducta agresiva, mientras la estimulación eléctrica es responsable de paro respiratorio, caída de la presión arterial y disminución de la frecuencia cardíaca.

4 .Consecuencias de las alteraciones límbicas
 A continuación, se exponen algunas reflexiones de Mac Lean acerca de las relaciones límbico-enfermedad humana, respetando su terminología:

1. La relación entre la organización anatómica y funcional del sistema límbico con la tendencia de los enfermos psicosomáticos a mostrar una confusa apreciación de lo que acontece en el mundo, fuera y dentro de ellos. Puede proporcionar un ejemplo el individuo que padece colitis ulcerosa. Una formulación psicodinámica muy simplificada podría ser ésta: un paciente ha pensado durante mucho tiempo destruir a un padre odiado mediante la incorporación oral. El padre muere y el enfermo cree realmente tenerlo adentro. “Está exactamente aquí”, dirá, señalándose el vientre. Entonces surge la necesidad de “defecar” al muerto, al despreciable padre. En esta clase de trastornos se produce un tipo similar de confusión, manifestada en multiplicidad de formas por las cuales se interioriza simbólicamente a los trastornos del mundo externo y se les da expresión a través de actividades del intestino u otras vísceras. El trastorno se expresa en un nivel visceral primitivo, antes que en un nivel elevado de pensamiento, palabra y acción organizados. Ya se ha indicado cómo la organización del cerebro límbico, que es común a todos los mamíferos, podría influir en la grosera estupidez del tipo de confusión ejemplificado.

2. Los estudios sobre las funciones motoras de la región frontotemporal contribuyen a aclarar la curiosa observación de que, en los enfermos psicosomáticos, es frecuente que la comida se halle simbólicamente unida a situaciones cargadas afectivamente. Por eso, la comida generalmente sustituye a algo del mundo externo que amenaza el bienestar del paciente, ya sea por ser inalcanzable, ya porque, como una presa, debe ser destruida. Tipifica el caso en que la comida sustituye lo inasequible, el obeso que come constantemente por la necesidad de amor. Por eso no extraña tanto haber descubierto que en la región frontotemporal, las estructuras nerviosas responsables de las actividades alimenticias estaban indisolublemente asociadas con las estructuras responsables de las funciones de ataque, defensa o fuga. Y éstas son funciones que se hallan afectivamente cargadas y son esenciales para la vivencia en la búsqueda de alimentos.

3. A la luz de las afinidades de la corteza límbica, generalmente con el tipo que media en el sentido del olfato, ¿no cabría inferir que el sistema límbico, actuando como una totalidad, interpreta ampliamente la experiencia en términos de calidad e intensidad? Filogenéticamente, no es hasta la gran elaboración de las capas supragranulares de la corteza, vinculadas con los sentidos de la vista, el oído y el tacto, que se encuentra una pantalla cortical que pueda ser considerada fría, abstracta y analíticamente en términos de lenguaje simbólico. Los sentidos de la vista, el oído y el tacto permiten un fácil intercambio de lenguaje simbólico. Pero un alfabeto, por ejemplo, que dependiese para la comunicación de la penetración de olores y sentimientos, ofrecería tantas dificultades como los códigos basados en las variaciones de la intensidad de la luz, del color o del sonido.

4. Los focos epileptógenos de la región frontotemporal producen percepciones emocionales que “flotan libremente”, hallándose desvinculadas habitualmente de personas o situaciones específicas. Lo mismo se dice, a veces, de las “tensiones” emocionales de un enfermo que padece una dolencia psicosomática o algún otro trastorno psiquiátrico. Pero la psicología moderna ha demostrado que la emoción que “flota libremente”, siempre se encuentra relacionada con experiencias bastante específicas de la situación vital del paciente. La dificultad, tanto para el paciente como para el terapeuta consiste en comunicarse con el cerebro límbico, el cual establece correlaciones que a una mente racional le resultan totalmente incomprensibles.

5. Podemos imaginar que el neocortex y el límbico funcionan juntos y actúan en el mundo como un hombre sobre un caballo. Caballo y hombre son muy activos uno con el otro y ambos con su medio, aún cuando la comunicación entre ellos sea limitada. Ambos obtienen información y actúan sobre ella de modo distinto. A veces, el caballo da un salto o echa a correr por razones inexplicables, a primera vista, para el hombre. Pero el animoso y tolerante jinete tratará de averiguar y de comprender la causa del pánico, para poder evitar en el futuro las situaciones perturbadoras o para tranquilizar al animal y acostumbrarlo a superarlas. En el caso del enfermo psicosomático, sospechamos que esto ayuda a evitar un excesivo “relinchado” en las calles de tránsito lento hacia la víscera.



La neocorteza humana está preferentemente orientada hacia el mundo externo gracias a la eficiente función de sus telerreceptores: vista y oído. Resulta, entonces, que el hombre contiene dos animales, uno de los cuales no puede expresarse verbalmente, el reptiliano-límbico. A la vez, el mundo moderno ha desarrollado un estilo de comunicación que acentúa el papel de los telerreceptores, ya que de eso se tratan tanto la radio como la televisión o el cine, que funcionan como una prolongación de esos sentidos a la velocidad del rayo. El límbico, en cambio, semeja una lenta carreta que se comunica a través de emociones, vísceras y síntomas ligadas a ellas: náusea, sofocamientos, respiración y pulso agitados, necesidad urgente de orinar o defecar, miedo, terror, rabia, tristeza, pesimismo, hambre, sed, vómitos, huida o paranoia, cefalea o dolorosas contracturas musculares, entre tantos posibles…

El reptil, a la vez, se conmueve y desorienta profundamente con los cambios, ya que su rígida programación le impide una rápida adaptación…

Ya hemos dicho que cada uno de los tres cerebros posee formas específicas de subjetividad, inteligencia, sentido del tiempo, memoria y actividad motora. ¿Qué hacer, entonces, para conciliarlos? ¿Qué amenazas aparecen en el horizonte de sucesos de los osados mamíferos, que se atrevieron a desafiar la seguridad del mar y la monotonía de la existencia reptiliana?

Una, especialmente: la esquizofisiología. La profundización de la dicotomía funcional entre el límbico y el neocortex. Es cierto que hay dos hemisferios cerebrales, y que la famosa neocorteza humana también depende del límbico y se encuentra íntimamente conectada a ella. Pero veamos qué nos amenaza si se produce esta división a extremos difíciles de soportar, tal cual ocurre en el psicótico, antes de hacer algún comentario acerca de las diferencias entre ambos hemisferios cerebrales.



Hay evidencias de que los cuadros psicóticos son compatibles con una situación patológica que podría denominarse “explosión del hipocampo”, la cual produce:

1. Disturbios emocionales y amorosos
2. Sentimiento de despersonalización (“diplopía mental”)
3. Distorsión de la percepción
4. Síntomas paranoicos.

También se sabe que algunas lesiones irritativas del límbico ocasionan las llamadas “escaras epilépticas”, algunas de cuyas manifestaciones son: terror, “presentimientos”, extrañas combinaciones de “familiaridad” con los desconocidos y sentimiento de extrañeza, fantasías por demás, tristeza de base y paranoia.

La epilepsia no es una sóla enfermedad, sino un grupo de alteraciones clínicas y electroencefalográficas que promete ser una firme pista para comprender con mayor profundidad la funcionalidad operativa del sistema nervioso. Comprende el denominado Gran Mal, que es la forma más conocida de epilepsia, y está caracterizada por crisis convulsivas tónico-clónicas, con pérdida del conocimiento, pérdida de la memoria inmediata y peligro de “tragarse la lengua” con la consiguiente asfixia, además del posible traumatismo craneano que implica la inevitable caída debida a la súbita pérdida del conocimiento.

La segunda forma conocida de epilepsia es el Pequeño Mal, cuya modalidad sintomática más representativa son las “ausencias” o “fugas”: el paciente queda con la mirada fija, absorta y perdida en la lejanía, sin registro presente ni ulterior de lo que está ocurriendo en el momento del ataque.

Y por último tenemos la forma conocida como Equivalente Psicomotor, cuyas manifestaciones incluyen una variedad de trastornos que difícilmente entran en la clasificación de las epilepsias mencionadas. Esta forma incluye crisis de dolor cólico -abdominal, por ejemplo- y fenómenos vasomotores como la migraña. Esto no asegura que todos los cuadros con estas características, que por mucho superan estadísticamente a las dos formas de epilepsia mencionadas, se deben a un equivalente psicomotor. Pero tampoco lo descartan. Es que esta descripción clínica fue azarosa: en cuadros funcionales que no tenían otra explicación, el electroencefalograma (EEG) detectó anomalías compatibles con trazados epileptiformes. Quizás, el pedido de un estudio como el EEG haya surgido de una característica clínica común a todas las epilepsias: la presencia del aura, ese misterioso aviso de que está por desencadenarse un ataque. En efecto: la mayoría de los epilépticos saben que está por sobrevenir una crisis porque reciben un aviso en forma de “extraña” sensación o percepción, muchas veces de origen olfatorio.

No es difícil advertir que gran cantidad de los síntomas comunes en la patología médica -triviales o relevantes- podrían fácilmente entrar en esta categoría. Una crisis asmática, por ejemplo, muy bien podría ser un episodio de epilepsia bronquiolar. Y un aumento súbito de la presión arterial, cursar con descargas neurovegetativas masivas sobre las arteriolas, típicas de un ataque epiléptico donde el sistema afectado es el circulatorio y no grandes extensiones de la corteza cerebral.


Estos cuadros podrían entrar dentro de otro muy vasto: la disfunción del sistema límbico. Y éste, a la vez, explicar la mayoría de la patología funcional médica, antecesora de la distorsión que implica un cambio en la anatomía. Pero ésta -que sólo suministra cambios mensurables en los estudios por imágenes- sólo es el corolario de una larga historia, que comienza con los desequilibrios de la energía, se instala en la fase de los disturbios clínicos a través de la disfunción del límbico y por último produce el daño suficiente como para alterar la estructura anatómica. Cuando sinteticemos las conclusiones de esta reflexión acerca del sistema nervioso, al final de este capítulo, serán ampliadas y ubicadas en el lugar que merecen las consecuencias de las disfunciones del límbico. Pero ahora se hace necesario hacer algunos comentarios acerca de otros tres temas relevantes: el sistema nervioso neurovegetativo (“autónomo”), los neurotransmisores y los hemisferios cerebrales. Luego intentaremos una síntesis adecuada a los fines de la medicina energética.


5. El neurovegetativo o "autónomo"

Por más que nos esforcemos en inventar elementos exóticos, desde el punto de vista motor o eferente, el sistema nervioso funciona haciendo dos cosas, y sólo dos: actúa sobre músculos y glándulas. Nada más -y nada menos- que esa simpleza. Claro: los músculos pueden ser lisos (vísceras, involuntarios) o estriados (músculos esqueléticos, voluntarios), las glándulas pueden ser exocrinas (sudoríparas, digestivas) o endocrinas (hipófisis, tiroides). A la vez, la influencia puede ser estimuladora o inhibidora.

Si queremos referirnos al sistema sensorial o aferente, hemos de saber que su capacidad incluye tanto las percepciones del mundo exterior (sentidos) como del interior (propiocepción), aunque de esta última no exista tanto registro “consciente”.

Y a partir de ahora la complejidad es infinita.



Para aliviarla un poco, vamos a contar con las valiosas ayudas de: Bases fisiológicas de la práctica médica, de Best, Taylor y West, cap 69; Mecanismos de control visceral, pág. 1414 y Neurociencias, de House, Pansky y Siegel, cap. 14; Sistema eferente visceral general, pág. 260.

¿Pero qué es, básicamente, este famoso sistema neurovegetativo?

Es el sistema motor que regula los órganos (vísceras) del cuerpo. Incluye el control de todos los músculos lisos (involuntarios), el músculo cardíaco y las glándulas.

La existencia multicelular depende de una distribución continua y equitativa de nutrientes y de la eliminación simultánea de desechos en todas las células del cuerpo. Esto debe ser logrado dentro de un contexto de demandas fisiológicas ampliamente diferentes y del estrés impuesto por un medio que varía constantemente. Necesita del control diferencial de los músculos lisos, del cardíaco y de las glándulas entre varios sistemas viscerales diferentes y con control de interdependencia. También comanda la integración funcional de estos sistemas con actividades adecuadas de los músculos esqueléticos.

Se esboza así un contraste general entre el sistema nervioso somático que en general gobierna la musculatura esquelética, y el sistema nervioso visceral, que en general gobierna los músculos lisos, el cardíaco y las glándulas. Los controles nerviosos viscerales mantienen un medio interno dinámico, el cual es necesario para el correcto funcionamiento de las células, tejidos y órganos. Como sucede con la organización del sistema nervioso somático, la organización visceral incluye reflejos y procesos integrativos de orden sucesivamente superior. Dentro del sistema nervioso se mantiene una coordinación interdependiente entre los controles somático y visceral, y esta integración viscerosomática se logra entre los circuitos longitudinales, del mismo modo que con los circuitos segmentales.

El sistema nervioso autónomo tiene dos divisiones funcionales: el simpático o división tóraco-lumbar, y el parasimpático o división cráneo-sacra. El sistema autónomo se caracteriza por poseer relevos entre el sistema nervioso central y las vísceras en numerosos ganglios periféricos completos con interneuronas, lo cual lo provee de una extraordinaria autonomía funcional.

Los sistemas viscerales gobiernan el intercambio respiratorio en los pulmones y los tejidos, con controles a nivel del pulmón, riñón y cerebro; el trabajo cardiovascular a través del cuerpo con diferencias de flujo locales reguladas según las necesidades; contribuciones alimentarias, la ingestión y digestión que implica las funciones gastrointestinales, del hígado, de la vesícula biliar y del páncreas; el metabolismo local diferencial más la eliminación; el balance del agua, con funciones que implican la ingesta de líquidos, y el funcionamiento del riñón y la vejiga, y la reproducción desde el comienzo de ella hasta su final. El gobierno visceral no sólo es continuo durante el sueño y la vigilia, sino que es tan complejo y localmente discriminativo que es obviamente ventajoso, por lo que no estamos obligados a depender de percepciones conscientes y juicios ponderativos para mantener un medio interno dinámicamente equilibrado.



Las divisiones simpática y parasimpática del sistema nervioso autónomo difieren en varios aspectos morfológicos, farmacológicos y funcionales. Aunque operan a menudo de modo antagónico, es adecuado reconocer su capacidad para la cooperación integrada. Hess enfatizó que la activación simpática permite que el organismo movilice y gaste energía. La aceleración del corazón se ve acompañada de relajación de la pared de las coronarias y contracción de las arteriolas periféricas con la consiguiente elevación de la presión de perfusión sanguínea (aumenta la presión arterial), la ventilación aumentada se une a la relajación de la musculatura de los bronquios, la sangre que llega en aumento a los músculos esqueléticos es aportada por la contracción de las venas esplácnicas (aparato digestivo), la apertura de la pupila permite que entre más luz al ojo. Todas estas contribuciones simpáticas permiten un correcto trabajo de todos los efectores puestos en juego a favor del organismo durante las emergencias.

Hess llamó ergotrópicas a esas funciones (ergo = energía, trópicas = liberación).

Las funciones parasimpáticas, incluyendo la disminución del diámetro pupilar, la secreción gastrointestinal y la peristalsis con la relajación de los esfínteres intestinales, la desaceleración del corazón y la reducción de la presión sanguínea, contribuyen a funciones vegetativas conservativas y restauradoras a favor del organismo, por lo tanto se las caracteriza como trofotrópicas (trofos = relacionado a la nutrición).

La actividad autónoma crea un medio operativo para las células y tejidos del cuerpo, ajustando a este medio de modo diferencial, de acuerdo con las demandas globales y locales, y específicamente en amplio apoyo del comportamiento somático. Opera constantemente y de modo continuo, ajustando sus funciones de acuerdo con los requerimientos somáticos y viscerales.

Las acciones autonómicas no son necesariamente secundarias a las funciones somáticas, y como todos sabemos por experiencia propia, dominan muchas veces. A través de acciones asociadas con el comportamiento emocional, el sistema nervioso autónomo prepara al cuerpo para los requerimientos somáticos y viscerales de comportamiento anticipado. Por ejemplo: aumenta el gasto cardíaco, canaliza el flujo sanguíneo para salvaguardar los requerimientos metabólicos de emergencia para el corazón, cerebro y músculos esqueléticos, hace que estén disponibles las fuentes energéticas, y por lo tanto prepara al organismo para una actividad vigorosa y urgente. De esta manera , el comportamiento visceral apoya y anticipa las necesidades del cuerpo.

Los neurotransmisores de este sistema que operan en las sinapsis (los sitios donde se transmite el impulso nervioso) son básicamente dos: la acetilcolina y la adrenalina / noradrenalina. El primero opera en todo el sistema parasimpático y en parte del simpático, mientras que el segundo lo hace a nivel del simpático. Es importante saber que la extraordinaria versatilidad de este sistema tiene relación con la conducta de la acetilcolina y con los diferentes receptores que posee el simpático. Por ejemplo: la acetilcolina es el principal transmisor para todos los ganglios autónomos, donde sus acciones son iguales a las de la nicotina, pero en las terminaciones postganglionares del parasimpático, sus acciones son parecidas a las de la muscarina, una droga aislada de ciertas especies de hongos.

Como muestra de que no basta un neurotransmisor para explicar sus efectos, sino también el sitio donde llega el mensaje, a continuación se exponen estos receptores para el sistema simpático o adrenérgico (por adrenalina). Estas diferencias explican porqué el mismo compuesto acciona de manera distinta en variados tejidos. Y también ilustrará acerca de la razón por la cual se utilizan los conocidos bloqueantes-beta para trastornos hipertensivos y cardíacos.

Funciones de los receptores adrenérgicos alfa y beta

1. Receptores alfa
Vasoconstricción, especialmente de los vasos de la piel, de la mucosa del intestino, las glándulas salivares, los pulmones, la circulación cerebral.

Estimulación de la contracción del músculo radial del iris (pupilodilatación), de los músculos pilomotores, del músculo del útero y del uréter.

Estimulación de la glucogenólisis (suministro de glucosa almacenada en forma de glucógeno).

Inhibición de la secreción de insulina.

Inhibición del músculo liso del intestino.


2. Receptores beta 1
Estimulación de la lipólisis (partición de las grasas)

Estimulación del corazón con cardioaceleración, aumento en la contractilidad del músculo de las aurículas y los ventrículos.


3. Receptores beta 2
Vasodilatación de la circulación coronaria y en músculo esquelético, y posiblemente en el hígado.

Relajación del músculo de los bronquios y del útero.

Estimulación de la secreción de insulina.




Como se trata de un tema crucial en la medicina energética, vamos a detenernos un poco más en la acción diferencial del simpático y el parasimpático, insistiendo en algo que ha sido anteriormente sugerido: el comportamiento final dependerá de la situación e “intencionalidad” del biosistema.

También repasamos algunos conceptos vertidos anteriormente, al considerar las funciones límbicas e hipotalámicas, Mientras que la responsabilidad del tallo cerebral (cerebro reptiliano) parece enfatizar reflejos y controles que poseen principalmente responsabilidades vitales, el hipotálamo posee representaciones que se relacionan con combinaciones más globales e interdependientes, tales como el control de las economías térmica y nutritiva, los controles neuroendocrinos, las actividades neuroendocrinas y de comportamiento relacionadas con la reproducción, etc. El sistema límbico parece representar y re-representar en varias combinaciones una aún mayor variedad de signos y síntomas. Estas combinaciones pueden asociarse con la experiencia emocional y con la expresión.

Mac Lean (1958), ha hecho la interesante generalización de que la región anteromedial del sistema límbico, especialmente el septum, representa una agrupación de funciones asociadas con la supervivencia de la especie. La parte anterolateral del mismo sistema, especialmente la amígdala cerebral, representa un conjunto de funciones relacionadas con la supervivencia del individuo. La estimulación de cada una de esas regiones causará la iniciación de comportamientos que tienen que ver con el cuidado personal, la búsqueda de alimentos, la protección. Pero en el septum, estas funciones se relacionan con el buscar y cortejar una pareja, alimentarla, protegerla y hacer lo mismo con la descendencia. Mientras que en la amígdala, las mismas respuestas se dirigen a servir las necesidades del individuo.

Por otra parte, el sistema nervioso autónomo opera con procesos integrativos evolucionariamente primitivos, como si algunas soluciones evolutivas primitivas para los problemas que plantea la supervivencia, probablemente practicadas por los invertebrados, se conservasen a través de la línea de los vertebrados.

Con estas consideraciones en mente, veremos la siguiente tabla acerca de la acción diferencial del simpático y del parasimpático sobre los mismos efectores:

A continuación, se exponen algunas reflexiones de Mac Lean acerca de las relaciones límbico-enfermedad humana, respetando su terminología:

1. La relación entre la organización anatómica y funcional del sistema límbico con la tendencia de los enfermos psicosomáticos a mostrar una confusa apreciación de lo que acontece en el mundo, fuera y dentro de ellos. Puede proporcionar un ejemplo el individuo que padece colitis ulcerosa. Una formulación psicodinámica muy simplificada podría ser ésta: un paciente ha pensado durante mucho tiempo destruir a un padre odiado mediante la incorporación oral. El padre muere y el enfermo cree realmente tenerlo adentro. “Está exactamente aquí”, dirá, señalándose el vientre. Entonces surge la necesidad de “defecar” al muerto, al despreciable padre. En esta clase de trastornos se produce un tipo similar de confusión, manifestada en multiplicidad de formas por las cuales se interioriza simbólicamente a los trastornos del mundo externo y se les da expresión a través de actividades del intestino u otras vísceras. El trastorno se expresa en un nivel visceral primitivo, antes que en un nivel elevado de pensamiento, palabra y acción organizados. Ya se ha indicado cómo la organización del cerebro límbico, que es común a todos los mamíferos, podría influir en la grosera estupidez del tipo de confusión ejemplificado.

2. Los estudios sobre las funciones motoras de la región frontotemporal contribuyen a aclarar la curiosa observación de que, en los enfermos psicosomáticos, es frecuente que la comida se halle simbólicamente unida a situaciones cargadas afectivamente. Por eso, la comida generalmente sustituye a algo del mundo externo que amenaza el bienestar del paciente, ya sea por ser inalcanzable, ya porque, como una presa, debe ser destruida. Tipifica el caso en que la comida sustituye lo inasequible, el obeso que come constantemente por la necesidad de amor. Por eso no extraña tanto haber descubierto que en la región frontotemporal, las estructuras nerviosas responsables de las actividades alimenticias estaban indisolublemente asociadas con las estructuras responsables de las funciones de ataque, defensa o fuga. Y éstas son funciones que se hallan afectivamente cargadas y son esenciales para la vivencia en la búsqueda de alimentos.

3. A la luz de las afinidades de la corteza límbica, generalmente con el tipo que media en el sentido del olfato, ¿no cabría inferir que el sistema límbico, actuando como una totalidad, interpreta ampliamente la experiencia en términos de calidad e intensidad? Filogenéticamente, no es hasta la gran elaboración de las capas supragranulares de la corteza, vinculadas con los sentidos de la vista, el oído y el tacto, que se encuentra una pantalla cortical que pueda ser considerada fría, abstracta y analíticamente en términos de lenguaje simbólico. Los sentidos de la vista, el oído y el tacto permiten un fácil intercambio de lenguaje simbólico. Pero un alfabeto, por ejemplo, que dependiese para la comunicación de la penetración de olores y sentimientos, ofrecería tantas dificultades como los códigos basados en las variaciones de la intensidad de la luz, del color o del sonido.

4. Los focos epileptógenos de la región frontotemporal producen percepciones emocionales que “flotan libremente”, hallándose desvinculadas habitualmente de personas o situaciones específicas. Lo mismo se dice, a veces, de las “tensiones” emocionales de un enfermo que padece una dolencia psicosomática o algún otro trastorno psiquiátrico. Pero la psicología moderna ha demostrado que la emoción que “flota libremente”, siempre se encuentra relacionada con experiencias bastante específicas de la situación vital del paciente. La dificultad, tanto para el paciente como para el terapeuta consiste en comunicarse con el cerebro límbico, el cual establece correlaciones que a una mente racional le resultan totalmente incomprensibles.

5. Podemos imaginar que el neocortex y el límbico funcionan juntos y actúan en el mundo como un hombre sobre un caballo. Caballo y hombre son muy activos uno con el otro y ambos con su medio, aún cuando la comunicación entre ellos sea limitada. Ambos obtienen información y actúan sobre ella de modo distinto. A veces, el caballo da un salto o echa a correr por razones inexplicables, a primera vista, para el hombre. Pero el animoso y tolerante jinete tratará de averiguar y de comprender la causa del pánico, para poder evitar en el futuro las situaciones perturbadoras o para tranquilizar al animal y acostumbrarlo a superarlas. En el caso del enfermo psicosomático, sospechamos que esto ayuda a evitar un excesivo “relinchado” en las calles de tránsito lento hacia la víscera.

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